Un pobre aldeano solo poseía un hermoso caballo que hasta el rey de la comarca se lo quería comprar, pero el no aceptaba venderlo. Ante el reproche de sus vecinos por su negativa, el hombre respondía: - Solo el tiempo me dirá si fue bueno o malo no venderlo.
Un día su caballo se escapó y vino el reproche del pueblo: - Ves, lo perdiste, le decían. Se lo hubieras vendido al rey! Entonces el aldeano volvió a responder: Solo el tiempo me dirá si fue bueno o malo que el caballo se perdiera.
Un mes después su caballo regresó trayendo consigo otros diez hermosos sementales. Los vecinos le dijeron que había sido maravilloso que su caballo se fuera. El hombre sabiamente dijo: - Sobre lo anterior solo el tiempo dirá su conveniencia.
Un día su hijo de 20 años domando uno de los nuevos potros, fue lanzado al aire y al caerse se fracturó las dos piernas. El pueblo acusador decía: - Que desgracia tan grande te ha traído ese caballo!, pero vino la consabida frase como respuesta, - Sólo el tiempo dirá si fue bueno o malo que se haya caído.
Una semana después estalló la guerra y reclutaron a todos los jóvenes de la aldea para el combate, excepto al joven hijo del aldeano quien se encontraba en silla de ruedas.
Entonces ni la desgracia ni la fortuna deben verse como absolutas, sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo o bueno.
La moraleja de este antiguo consejo chino es que la vida da tantas vueltas, y es tan paradójico su desarrollo, que lo mejor es esperar siempre el día de mañana, pero sobre todo confiar en Dios o en el Universo, porque todo sucede con un propósito positivo para nuestras vidas y para el plan infinito.