Confianza Social - Solucion #1 a la Timidez y Ansiedad Social

sábado, 8 de octubre de 2011

EL MIEDO A LA PÉRDIDA

Los niños y el duelo

Ser constantemente perseguido por la amenaza de abandono parece ser una condición auxiliar inexorable en la pérdida de la primera infancia. En las mujeres que no han completado el proceso de duelo, la amenaza se ve agravada de diversas maneras y se traduce en apatía, depresión o ansiedad.

Como se revela en el estudio de Wakerman, las mujeres que no habían llorado sus padres eran más propensas a temer que su marido fuera a morir, que las mujeres que lo habían llorado. Estos hallazgos, junto con la sabiduría profesional emergente, indican claramente que el duelo en el momento de la pérdida alivia una buena cantidad de dolor posterior. "Desde el momento que la vida comienza ...", escribe la trabajadora social Lily Pincus, "el crecimiento humano depende de la aceptación y el dominio de las pérdidas."

Muchas veces cuando el padre muere, la madre trata de enmascarar no sólo sus emociones, sino también la verdad. A pesar de todas las buenas intenciones, disfrazar la verdad es imposible. En su libro, El padre de un niño muere, Erna Furman escribe: "Los niños son tan atentos y sensibles a los estados de ánimo de sus padres y a los matices de comportamiento que, en nuestra experiencia, es imposible salvarlos de saber o engañarlos sobre la verdadera la naturaleza de los acontecimientos."

Para agravar la ausencia del padre está el sentimiento de rechazo, el abandono sin explicación, y la frustración de saber que la madre, el único padre que queda, está ocultando algo. La ansiedad no se reduce, se multiplica. "Por alguna razón, papá se ha ido, y por alguna razón, mamá, no me está diciendo todo." En lugar de una pérdida, el niño debe hacer frente a dos. La hija sin padre ha sido abandonada y obviada.

De acuerdo a las etapas del desarrollo psicosexual planteadas por Freud, los niños de entre seis y diez años de edad se encuentran en la fase de "latencia", y como tales son enérgicamente reacios a mostrar signos de vulnerabilidad. Ya no dependen de sus padres para todas sus necesidades, la preocupación primordial de los niños en esa fase, es el establecimiento de relaciones fuera de la familia nuclear. Poco a poco, ellos se van separando de los objetos de idealización anterior, luchando por lograr un equilibrio entre la familia y los compañeros, ellos y los otros, la realidad y la fantasía. 

Cuando la niña en fase de latencia se enfrenta a una pérdida traumática, debe conciliar su emergente imagen independiente con los temores infantiles que está intentando reprimir. A menudo, ella oculta sus sentimientos más vulnerables del día, escogiendo guardarlos para su mundo privado de fantasías. En efecto, la fantasía de los niños en este grupo de edad es particularmente activa, y la necesidad de privacidad o los sueños recurrentes con el padre son característicos. 

Las consecuencias de la represión del luto son numerosas. Según expresa Robert A. Furman en su ensayo titulado "La reacción del niño a la muerte en la familia," ... "Cuando una persona es incapaz de completar una tarea de duelo en la infancia puede ser perseguida constantemente a través de su vida por una tristeza para la cual nunca puede encontrar una explicación apropiada."

Más insidiosa que la depresión descripta por Furman, la pena no reconocida con frecuencia se manifiesta como un estado crónico de apatía. En casos extremos, la incapacidad para llorar puede muy bien convertirse en la incapacidad de amar. "La muerte de un padre puede tener un efecto retardado en los niños si no se les ayuda a expresar sus sentimientos al respecto. Un efecto puede ser que el niño se convierte en temeroso de amar.

El joven se preocupa de que, si él o ella se atreven a amar a otra persona, esa persona también les puede ser quitada. "Un niño que ha sufrido la muerte de uno de los padres y el abandono emocional concomitante del otro, puede permanecer fijo en un estado de desprendimiento crónico, incapaz de establecer metas o relaciones por miedo compulsivo al distanciamiento y al compromiso".

Paula, una jóven que perdió a su padre a los cinco años en un accidente de tránsito decía: "Yo entro en pánico cada vez que me permito ser totalmente dependiente. Es una lucha constante. La persona puede irse, o morir, y entonces me estaría perjudicando de nuevo. Estoy en el punto en que estoy tratando de convencerme a mí misma de que un cierto grado de dependencia no es necesariamente algo malo. Pero nunca he sido capaz de imaginarme estando en una relación que dure realmente, porque nunca pude imaginarme confiando demasiado o comprometiéndome demasiado. Es demasiado miedo".

Tal como el aislamiento autoimpuesto de Paula revela, el miedo al compromiso no se deriva sólo del miedo a ser herido de nuevo, sino también a partir de la necesidad continua de los padres que se remonta a la crisis de la infancia. La vergüenza por esta necesidad infantil, y la renuencia "a confiar en cualquier persona, hombre o mujer," han dado lugar a una fachada de indiferencia que tiene éxito en mantenerla a una distancia de la gente y, del verdadero objeto de su miedo, sus sentimientos.

Basada en la evidencia que está ahora emergiendo, y en función de una serie de variables, es evidente que las ramificaciones de la represión de duelo son profundamente de largo alcance. El duelo no resuelto puede dar lugar a la tristeza inexplicable, a la defensa contra el compromiso emocional, o la condición muy grave de negar los sentimientos por completo.

PRESENTACION

CRECER SIN PADRE es un espacio virtual dedicado a las hijas que por alguna razón (muerte, divorcio o abandono) han perdido a sus padres a una edad temprana.
Este grupo de mujeres viene en notorio crecimiento debido al aumento de las mujeres que deciden ser madres solas, al abandono del hogar por parte del esposo o a la muerte del mismo.
¿Qué es exactamente lo que los padres le aportan a sus hijas? ¿Cómo es la relación padre-hija? Un buen padre suele ser un puntal que permite a las hijas lograr confianza en su feminidad y en su capacidad para lograr cosas, lo cual le permite reconocer y desarrollar los diversos aspectos de sí misma.
Es probable que las hijas sin padre experimenten confusión emocional y dificultades en las relaciones amorosas, dos características que parecen acompañar a la pérdida del padre.
En este espacio no solo se van a tratar las consecuencias de la pérdida del padre, sino también otros temas que pueden o no estar relacionados con dicha pérdida, y que son el miedo al compromiso, amar demasiado, la comunicación, la autoestima, los valores, entre otros.