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sábado, 22 de enero de 2011

AMAR DEMASIADO

En lo que refiere al tema de amar demasiado, no podemos dejar de mencionar a Robin Norwood quien es la pionera en este tema y sobre cuyo libro "Mujeres que aman demasiado" se basará la mayor parte de lo que se exponga aquí.

Si bien se puede discrepar con el nombre de este problema, en el sentido de que se trata más de una obsesión o una adicción, que de amor,  crecer sin padre también puede desencadenar en un caso de amar demasiado debido entre otras cosas al intercambio de roles que suele acompañar a una familia "desarmada".

Al igual que en el miedo al compromiso, detrás de esta "obsesión" se encuentra el miedo. Las mujeres que aman de forma obsesiva en general están aterradas, tienen miedo a estar solas, a no ser dignas, a no inspirar cariño, a ser ignoradas, abandonadas o destruidas.

Amar demasiado, a diferencia del miedo al compromiso, tiende a ser un patrimonio femenino, aunque también podemos encontrar hombres que aman demasiado. Pero ellos en general tienden a obsesionarse con el trabajo, los deportes y los hobbies y no tanto con las relaciones.

Mujeres que aman demasiado, de Robin Norwood, hace que las mujeres miremos hacia nuestro interior. El enfoque implica realizar una revisión de nuestros modelos de comportamiento y de nuestras experiencias infantiles con las principales figuras de nuestra infancia, vale decir, padre, madre, tíos, cuidadores, etc.

Según ella, reproducimos en nuestras relaciones, los mismos comportamientos que aprendimos en nuestros primeros años de vida y por lo tanto, si las experiencias de esos años no fueron muy gratificantes, o asumimos roles que no nos correspondían, dichos roles y experiencias, se reproducen en las relaciones que establecemos en la vida adulta.

Dice Norwood, "Nadie se convierte en una mujer así, una mujer que ama demasiado, por casualidad. Crecer como miembro femenino de esta sociedad y en una familia así puede generar algunos patrones previsibles." E introduce el concepto de hogar disfuncional y enumera sus principales rasgos como los siguientes:
  • Abuso de alcohol y/o drogas (prescriptas o ilegales).
  • Conducta compulsiva como, por ejemplo, una forma compulsiva de comer, de trabajar, limpiar, jugar, gastar, hacer dieta, hacer gimnasia, etc.; estas prácticas son conductas adictivas, además de procesos de enfermedad progresivos. Entre muchos de sus efectos, alteran y evitan el contacto sincero y la intimidad de la familia.
  • Maltrato del cónyuge y/o de los hijos.
  • Conducta sexual inapropiada por parte de uno de los progenitores para con un hijo o hija, desde seducción hasta incesto.
  • Discusiones y tensiones constantes.
  • Lapsos prolongados en que los padres se rehúsan a hablarse.
  • Padres que tienen actitudes o principios opuestos o que exhiben conductas contradictorias que compiten por la lealtad de los hijos.
  • Padres que compiten entre sí o con sus hijos.
  • Uno de los progenitores no puede relacionarse con los demás miembros de la familia y por eso les evita activamente, al tiempo que les culpa por esa efusividad.
  • Rigidez extrema con respecto al dinero, la religión, el trabajo, el uso del tiempo, las demostraciones de afecto, el sexo, la televisión, el trabajo de la casa, los deportes, la política, etc. Una obsesión por alguno de estos temas puede impedir el contacto y la intimidad, porque el énfasis no se coloca en relacionarse sino en acatar las reglas.
Si uno de los progenitores tiene alguno de estos tipos de conducta u obsesiones, resulta perjudicial para el hijo. Si ambos padres están atrapados en alguna de esas prácticas nocivas, los resultados pueden ser más perjudiciales aún.

Norwood, sin embargo, plantea una serie de pasos para lograr la recuperación y así pasar de ser una mujer que ama a alguien con tal intensidad que resulta doloroso, a ser una mujer que se ama a sí misma lo suficiente como para detener el dolor. 

Al igual que para superar otros problemas, la AUTOESTIMA cumple un papel relevante en la recuperación. A su vez, hay varias fases en la recuperación de amar demasiado:
  • La primera fase comienza cuando comprendemos lo que estamos haciendo y deseamos poder detenernos.
  • La segunda fase se caracteriza por la voluntad de obtener ayuda para nosotras mismas, seguida de nuestro intento inicial de buscar ayuda.
  • Luego viene la fase de recuperación que requiere un compromiso con la curación y la voluntad de continuar con el programa de recuperación. Durante esta fase, empieza a cambiar la forma de actuar, de pensar y de sentir. Lo que una vez nos pareció normal, comienza a parecernos incómodo e insalubre.
  • La siguiente fase se caracteriza por tomar decisiones que ya no siguen los viejos patrones, sino que realzan la vida y promueven el bienestar.
"En todas las etapas de la recuperación, el amor propio crece lenta pero firmemente. Primero dejamos de odiarnos; luego nos volvemos más tolerantes con nosotras mismas. Más tarde hay una incipiente apreciación de nuestras cualidades, y luego se desarrolla la autoaceptación. Finalmente, evoluciona el genuino amor propio."



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PRESENTACION

CRECER SIN PADRE es un espacio virtual dedicado a las hijas que por alguna razón (muerte, divorcio o abandono) han perdido a sus padres a una edad temprana.
Este grupo de mujeres viene en notorio crecimiento debido al aumento de las mujeres que deciden ser madres solas, al abandono del hogar por parte del esposo o a la muerte del mismo.
¿Qué es exactamente lo que los padres le aportan a sus hijas? ¿Cómo es la relación padre-hija? Un buen padre suele ser un puntal que permite a las hijas lograr confianza en su feminidad y en su capacidad para lograr cosas, lo cual le permite reconocer y desarrollar los diversos aspectos de sí misma.
Es probable que las hijas sin padre experimenten confusión emocional y dificultades en las relaciones amorosas, dos características que parecen acompañar a la pérdida del padre.
En este espacio no solo se van a tratar las consecuencias de la pérdida del padre, sino también otros temas que pueden o no estar relacionados con dicha pérdida, y que son el miedo al compromiso, amar demasiado, la comunicación, la autoestima, los valores, entre otros.